21 de mayo de 2014

Castillo de San Salvador de Curueño

Desde los albores de la Reconquista, a finales del siglo VIII y principios del IX, el reino asturiano construyó pequeñas fortalezas en todos los pasos de la montaña leonesa para vigilancia y defensa ante un posible ataque por el sur. Eran pequeños baluartes situados en los altozanos: Luna, Gordón, Alba, Arbolio (en Barrio de la Tercia), Cervera (en Vegacervera), Aviados, San Salvador, Montuerto, Peña Morquera (en Valdepiélago), Mesmino (en Tolibia de Abajo) y distintos torreones en Genicera, Lugueros, La Vecilla, Otero de Curueño, Boñar, Puebla de Lillo, complementados con monasterios que ayudaban a fijar la población. Muchas de estas fortificaciones acabaron por ser desmontadas piedra a piedra para su utilización en nuevas construcciones y no han llegado a nuestros días.

A partir del siglo IX el Castillo de San Salvador, situado en la loma izquierda del río Curueño, en la sobarriba de Santa Colomba, fue el centro neurálgico de las tierras que se extienden desde La Cándana hasta Devesa de Curueño.
  Cara oeste del castillo de San Salvador
En los archivos de la Catedral de León se encuentran estas únicas referencias:
El 12 de octubre del 951, el rey Ordoño III concede a la iglesia de León y a su obispo don Gonzalo el castillo de San Salvador junto al río Curueño, con sus mandaciones y los hombres que las sirven, aguas arriba del Porma.
El 13 de octubre del 999, el rey Alfonso V de León y su madre Elvira donan al obispo Froilán de León, el castillo de San Salvador de Curueño, con sus mandaciones y la villa de Petrunio (Pedrún), junto al río Torio y Ferreras de Vegamián.
El 19 de septiembre de 1012, después de la muerte del obispo Froilán, hubo guerra entre cristianos. El alcaide del castillo de San Salvador se inclinó por el bando de García Gómez, que estaba entre moros, por lo que los partidarios del rey tomaron el castillo. A los pocos días el rey Alfonso V se reunió con los suyos en Sahagún y dona de nuevo a la sede de Santa María de León y a su obispo Nuño el castillo de San Salvador de Curueño, próximo a La Cándana. A esta donación añadió la posesión de todas las iglesias aún en pie o destruidas, de la mandación del Curueño y la disciplina de los monjes que las regían, los cuales debían entregar los tributos a la sede de Santa María, es decir, a la catedral de León.
El 13 de octubre de 1132, Alfonso VII dona a la iglesia de Santa Maria de Regla de León y a su obispo Arias, el castillo de Curueño con sus propiedades en remedio de su alma.

En los siglos XII y XIII se asientan en estas tierras los Templarios y otras órdenes religioso-militares, como los Caballeros de Santiago, Calatrava y Alcántara, que recibieron el castillo como sede de sus operaciones de vigilancia y protección de pueblos y peregrinos del camino de Santiago por estas rutas menores de la antigua calzada romana.
Los Cruzados de todas las Ordenes, se acogieron, con gran devoción, a la protección de Santa Ana, cuya imagen se encontraba en la capilla del castillo.

El castillo fue fortaleza defensiva, complementado por torreones de vigilancia que abundaron en la zona, como es patente en Ambasaguas, La Mata, Pardesivil y La Vecilla. Su emplazamiento le permitía, según era obligado en la reconquista, establecer señales de humo con el castillo de Aviados, que, a su vez, lo hacía con el de Peña Morquera y éste con el de Montuerto…. todo un entramado defensivo y de vigilancia.
El castillo, como el resto de castillos de la comarca, sufrió distintos avatares hasta que sobre los siglos XIV o XV quedó reducido a ruinas, pero permaneció el recuerdo y la devoción a la santa alojada en los restos de la capilla del castillo. A pesar de la desaparición de la fortaleza siguió la costumbre de subir al castillo para honrar a Santa Ana, tradición que ya  se había iniciado en el siglo XI, como muestra de sumisión,  la costumbre de subir en procesión al castillo, desde todas las iglesias del valle del Curueño, para celebrar la romería del Salvador, que tenía lugar el día de la Ascensión.
  Ermita de Santa Ana, en lo alto de la loma de Maturriales
En el siglo XVI, cerca del castillo de San Salvador, y aprovechando las paredes norte y oeste de lo que quedaba del castillo, se edificó la ermita de Santa Ana, con catorce aspilleras en la cara oeste, sobre el Curueño,  que entró en crisis en el siglo XIX y fue pasto de las llamas en la noche del 19 de noviembre de 1905 y que fue restaurada en 1994.
La romería, que ha sido recuperada recientemente, aunque ya en la festividad de Santa Ana y no de la Ascensión, se inició en el siglo XI hasta el siglo XIX, para celebrar la fiesta del Salvador y más tarde dio lugar a las ´Rogativas de Santa Ana´, que incluía la subida al Castillo. 
El jueves de la Ascensión salían las procesiones desde las iglesias de los distintos pueblos cantando letanías, y se juntaban los de Devesa y Barrio con los de Ambasaguas y pasando ante la iglesia de Santa Eulalia tomaban el que aún se llama “camino del castillo” y seguían en suave ascensión por los barriales de Santa Eulalia para avanzar por el monte. En Santa Colomba se iban juntando los que venían de toda la comarca por la margen derecha del río; aún les queda por subir, en pocos metros, la considerable altura en que se alza el castillo. Arriba se encontraban con los que habían venido por el monte.
Después de una reverencia de saludo, todos los pendones desfilaban por las proximidades del castillo y entraban en el patio de armas para quedar apoyados sobre la torre del homenaje, mientras los romeros celebraban, con una liturgia, la fiesta del Salvador o de Santa Ana.

En la actualidad se pueden observar los restos del castillo, con un foso exterior rodeando al castillo y dos muros, en ruinas, que discurren en paralelo. El muro más interno está a un nivel más elevado y se localiza mejor a simple vista.
El contorno del castillo tiene forma trapezoidal, con el lado del norte de unos 53 metros de longitud, el del este de unos 33 m. y el del oeste de unos 23 m. Se intuye la existencia de seis pequeñas plantas cuadrangulares que corresponderían a las seis torres del castillo, situadas en los cuatro vértices del castillo y en el centro de los muros norte y sur.
Dichos muros son de mampostería, cantos rodados, algunos labrados, unidos por argamasa y con un grosor sobre 90 cm. los muros exteriores y entre 120 y 140 cm los de las torres.
La zona más excavada se encuentra en la parte este del castillo, donde se observan paredes que conforman recintos o piezas interiores.
  A la izquierda, hondonada del foso exterior del castillo. A la derecha, restos del muro interior de la cara oeste, la más cercana a la ermita de Santa Ana
  Cara este del castillo
En primer término, restos de la torre sureste y al fondo puerta de entrada al castillo por la cara este
De los seis torreones que se suponen al castillo, restos del torreón sureste
  Restos de la cara sur del castillo.
  Vista del Curueño desde lo alto de los restos de la torre sureste del castillo.
Se ve Gallegos y al fondo Barrillos
  Ermita de Santa Ana
  Vista de Santa Colomba desde el mirador de la ermita de Santa Ana
En  La Mata de Curueño se mantiene el topónimo “El Castillo” en un paraje sobre el valle de Valdelacueva y la fuente del Cubilón, donde existen restos de lo que podría ser un pequeño bastión o torreón de vigilancia, así como unos pocos restos de una calzada. En el escudo de La Mata aparece representado “El Castillo”.

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