13 de marzo de 2013

Abuelinas de La Mata


LAS ABUELINAS QUE YO CONOCÍ
En el número 115 de otoño del año pasado de nuestro Boletín, al final del último artículo que escribió mi hermano Adolfo, que en gloria esté, recordaba a las personas mayores que había conocido y tratado.     Como la mayoría de los citados por él eran hombres, deseo completar su evocación haciendo mención de las mujeres que yo conocí por los años treinta, indicando un breve recuerdo de los que tengo de cada una.    La Mata de Curueño

Casa a casa, comienzo por los Cantarales, donde yo vivía en la casa familiar, y después sigo por la Plazuela.

 
La tía Nicolasa, a la que abandonó su marido, pero que cuidó muy bien a sus hijos: Amable que era sastre y Felisa que le ayudaba en todo y era muy alegre.
 La tía Hilda, tercera esposa del tío Cayetano, muy trabajadora y casi siempre lavando en el reguero. 
 La tía Rosa, que vivía sola en una casina entre las del tío Sergio y el tío Cayetano, de carácter muy agradable. 
La Mata de Curueño
 La tía Dionisia, esposa del tío Sergio, que hacía de curandera y a la que todos pedíamos ayuda en los males; a mí me quitó una vez todo el daño con una cataplasma. 
 La tía Delfina, esposa del tío Ramiro, que estrenaron casa nueva al lado de la presa, y que pasaron muchas calamidades durante la dichosa guerra civil. 
 La tía Emilia, esposa del tío Pedro, a la que no conocí pues murió joven y fue muy amiga de mi madre, que tenía la casa relimpia y muy organizada. 
 La tía Encarnación, hija del tío Manuel y casada con Santos que se fueron pronto a vivir a León. 
 La tía Felisa, esposa de Antonio el alcalde, que era muy buena mujer y tuvo la desgracia de un accidente al construir la casa. 
La Mata de Curueño
 La tía Filomena, esposa del tío Felipe, que vivían en una casa grande, la más antigua del pueblo, con un amplio corral donde había pozos de agua y peces y un palomar.
 La tía Cándida y la tía Ceferina, aquella esposa de Lisardo y esta soltera,  iban las primeras a Misa y al Rosario. 
 Agustina, el ama del párroco D. Teodoro, que nos contaba muchas historias a los chicos. 
 La tía María, esposa del tío Lázaro, preparaba brasas para el incensario y cuanto hiciera falta para la iglesia. 
 Teresa, que vivía con su hermano Tarsicio, que era muy importante para todo lo de la iglesia. 
 La tía Marciana, esposa del tío Pablo, con un carácter no muy bueno y luego la casina se les cayó.
La Mata de Curueño
En el Barrio Abajo, donde el Campillín y la Plaza las Nogales vivían
  La tía Martina, esposa del tío Álvaro, que no le gustaba la petición de los sábados. 
  La tía Luzdivina, esposa de Amalio, que estrenaron una casa hermosa y ayudaba mucho en el trabajo. 
  La tía Cándida, esposa del tío Félix, muy trabajadores los dos siempre. 
  La tía Emilia, esposa del tío Claudio, viuda ya y que trabajaba para todo el mundo en el centeno.  
La Mata de Curueño
  La tía Carmen, esposa del tío Mauro, ya enferma tomaba el sol en el corredor.
  La tía Eulalia, esposa del tío Mariano, mujer muy buena donde las haya. 
  La tía Natividad, esposa de D. Ángel que era el maestro, siempre atendiendo a su marido. 
  La tía Modesta, segunda esposa del tío Arsenio, mujer de su casa y del campo donde trabajaba mucho.
  La tía María, esposa del tío Esteban, madre de Fernando, siempre pendiente con los hijos y el marido.
  La tía Magdalena esposa del tío Benigno, madre de D. Rogelio, también mucho con los trabajos del campo.  
La Mata de Curueño
  La tía Josefa, segunda esposa del tío Rogelio, que salía muy poco de casa.
  La tía Sinda, esposa del tío Tomás, ayudaba cuanto podía a la gente en su casa.
  La tía Melanea, esposa del D. Pepe maestro en Pardesivil, que era muy buena persona.
  La tía Victoria, esposa del tío Faustino, siempre muy atareadapreparando las cosas que se tomaban en el bar que tenían. 
  La tía Avelina, esposa del tío Joaquín, muy buena conversadora y preocupada por sus hijos que se le iban todos para Asturias a trabajar.
  La tía Asunción, esposa del tío Antón, muy ocupada siempre en la cantina que tenían, ya que él andaba con el carro por los pueblos.
La Mata de Curueño
Ya en la calle Real, que une a los dos Barrios:
  La tía Doradía, segunda esposa de mi abuelo Felipe, que recuerdo las meriendas que nos daba.
  La tía Honorina, esposa del tío Manuel, muy trabajadora que vivió hasta los 100 años. 
  La tía Aurelia, esposa del tío Valerio, mujer muy religiosa.
  La tía Tomasa, esposa del tío Amancio, a la que recuerdo siempre enferma. 
  La tía Domitila, esposa del tío Joaquín, que sabía mucho de bolos y le gustaba ver la partidas. 
  La tía Dolores, ya viuda, muy pendiente de sus hijos y cuidando pavos en su casina de la Rodera. 
La Mata de Curueño
  Mi tía Mª Antonia, esposa de mi tío Plácido, una santa que no tuvo más salud desde que se le mató su hija Rolindes, de nueve años, a la puerta de casa. 
  La tía Consuelo, esposa del tío Anilo, con dos hijos tamborileros, amasaba muy bien y con desgracias en la familia por la guerra.
  Y mi madre, Elisa, esposa de mi padre Gregorio, cuidando siempre de todo hasta que encamó por la enfermedad durante muchos años y que lo llevó con mucha resignación.   

6 de marzo de 2013

17 Muestra de gallo de pluma y mosca artificial

El Ayuntamiento de La Vecilla ha convocado su tradicional Muestra de los gallos de pluma, que va ya por el número 17.
En esta exposición de artesanía y cultura, que gira en torno a los inimitables gallos del Curueño, se instalarán hasta 26 stands, y se impartirán talleres de demostración de pela y montaje de pluma artificial, así como otros actos lúdicos tradicionales, como la lucha leonesa, la degustación de sopa de trucha y una representación teatral.
 

2 de marzo de 2013

El Curueño, río de la memoria


El Curueño, río de la memoria

Angel Fierro publica el libro Río Curueño, el fluir legendario y Diario de León se hace eco:

Ángel Fierro recopila leyendas, cuentos, mitos y hasta cantares de la zona en un hermoso libro ilustrado.

n. g. sabugal | león 02/03/2013
El río Curueño ya no es el río del olvido que describió Julio Llamazares, ahora es el río de la memoria. Una memoria que fluye, cristalina y móvil, a través de leyendas, mitos y cuentos que ya sólo recuerdan los más viejos del lugar, pero que se recogen en libros como el que acaba de publicar Ángel Fierro y que el próximo lunes se pone a la venta: Río Curueño, el fluir legendario.
En sentido inverso al recorrido que hizo Llamazares, Fierro acaricia la fría superficie del río desde los altos de Vegarada hasta la unión del Porma y el Curueño, dentro del triángulo que forman Ambasaguas, Devesa y Barrio de Nuestra Señora. De forma paralela, el río se va trenzando con leyendas como la del Moro Qil, que persiguió a caballo un arcoiris y murió en un corro de ánimas o la valiente dama de Arintero, que se disfrazó de guerrero y sólo descubrieron que era mujer porque, en un descuido, «se le salió sin querer un pecho».
Son frutos de la imaginación que además modelan el paisaje o lo interpretan, como la intermitencia de la fuente de San Pedro en Aviados, que se explica por los empujones de un hada con dolores de parto, cuyas contracciones interrumpen el flujo del agua o la sima de ‘La Quebrantada’, un socavón producido por un terremoto ‘divino’ que sepultó a la intrépida griega que quería hacer un molino en sentido contrario al curso de las aguas y juraba: «quiera Dios o no quiera, ha de moler el molino de la Griega».
«Hace ya unos siete u ocho años que estoy ‘pateando’ el río Curueño, recogiendo estos cuentos. Siempre hablando con gente muy mayor porque la gente joven no tiene recuerdos de tradición oral», explica Fierro. Son los últimos depositarios de los filandones, aunque les han pasado algunos relatos a sus hijos o nietos.
Como el señor Rodrigo, de Arintero, «un pozo de sabiduría y mantenedor de la oralidad en la zona», dice Fierro. También Miguel Fuertes, de La Mata de Curueño, que publica una revista «con matemática puntualidad» que ya ha superado los 130 números; o Nieves Orejas y Raquel, madre e hija, en Lugueros, y, también allí, Avelino Villa; y, en Tolibia, María Ninfa. Todos ellos saben de los duendes de Tolibia y de ‘la boca sangrá’, una versión del hombre del saco, y de ‘la Vieja el Monte’, la excusa para los pastores que traían un regalo para los niños de la casa y han oído hablar de las moras, esos hermosos espíritus de las fuentes que alisan sus cabellos con peinetas de oro. También están entre los pocos que aún saben las canciones tradicionales que recoge el libro y los demás hemos olvidado. Menos mal que el Curueño ahora también es memoria.